31/10/08

La Compulsión en el Adiós. Parte III y IV




PT. III

Mientras, en la penumbra de la persiana americana, los últimos esbozos, alaridos de fe, escapa la certeza de la entrelínea que se filtra del cielo ahumado y sosegado. Yace en la nebulosa el primer intento, permaneciendo en el aire la sustancia hereditaria del alma.

En el suelo de parqué, la resaca y los residuos de mis memorias consumidas por el fuego; la tapa dura ya es papel tapiz de aquel mural que albergaba un espejo, y ese espejo ya no es más que un arma letal que atenta contra las vías férreas de tanta paranoia, así como su marco deja verme del otro lado, y mi transparencia se convierte en hecho.

Un fraseo se escapa buscando el primer oído atento que atienda a la demanda. Las sirenas aturden al instante la algarabía de una calle con su mismo nombre y que jamás ha sido testigo de horror alguno. Las paredes se cierrran en sí mismas hasta mantener el secreto mejor guardado de la historia; caen y repelen los intentos de ayuda, encapsulan resguardando las memorias de un ser eidético y arrasan por completo.



PT. IV

Incomprensible es tu forma de ser al verme sereno en mi interior que no se te ocurre nada más que hacer mi mente implosionar como un nuevo mundo y la calígine vital. Ya me resulta difícil controlar esto; un sudor intermitente, el castañeo de mis dientes y las uñas cortadas desparramadas del día anterior; y por el piso me entremezco, con el frío acogedor, reluciente y embriagador.

De esta vida que no fue y de las miles por perder, que no supiste mantener y hoy no querés perderme. Con la ira desatada, mi camisa desabotonada y las hilachas que se precipitan hacia el suelo formando aristas con las uñas y sudor.

¿Quién te ha visto y quién te ve? Si con tus huesos te desplazás hacia la inmensa austeridad junto a tudeidad la falacia. Ahora te esfumás entre la niebla sofocante de los recuerdos disolubles, mientras tu figura se borra de mi pared y el perfume es vicio de la tierra estéril que ya no pisaré jamás.

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