PT. VI
Una tenue luz primaveral se adentra por la ventana del lado más cercano a la puerta de salida de mi casa. Me fascino al ver las formas que adquiere al disgregarse con los colores y cortes del vidrio; pregunto en voz baja si eso fue lo que planearon quienes lo fabricaron, como para dispersar a quien lo observa y hacerlo sentir relajado en un momento en que tal vez su cabeza debería estar trabajando a mil por hora.
Hasta entonces iba y venía recorriendo los cuartos, porque no podía quedarme quieto un instante. Ahora, luego de entretenerme viendo cómo el polvo se eleva y termina reposándose en el suelo, consigo asentar en el sofá marrón de pana que ya por segunda generación llegó a mi pertenencia.
Pero, ¿qué es realmente lo que pretendo encontrar entre las figuras ociosas y el relajo que la luz me produce, o cuál es el sentido que aspiro darle? Eso mismo. Por la misma razón que uno le canta al viento o le pide a las nubes que se asomen cada tanto; que nos permita alejarnos de la realidad aunque sea un momento, que nos posibilite abrirnos a la imaginación y hacer de ella la realidad que buscamos.
Mientras dejo que la mía vuele distante.
Hasta entonces iba y venía recorriendo los cuartos, porque no podía quedarme quieto un instante. Ahora, luego de entretenerme viendo cómo el polvo se eleva y termina reposándose en el suelo, consigo asentar en el sofá marrón de pana que ya por segunda generación llegó a mi pertenencia.
Pero, ¿qué es realmente lo que pretendo encontrar entre las figuras ociosas y el relajo que la luz me produce, o cuál es el sentido que aspiro darle? Eso mismo. Por la misma razón que uno le canta al viento o le pide a las nubes que se asomen cada tanto; que nos permita alejarnos de la realidad aunque sea un momento, que nos posibilite abrirnos a la imaginación y hacer de ella la realidad que buscamos.
Mientras dejo que la mía vuele distante.




